Bienaventurados los Mansos porque poseerán tierra

Dos asociaciones constantes, en la Biblia y en la exhortación cristiana, ayuda a captar el “sentido pleno” de mansedumbre: una es la que se acerca entre sí a mansedumbre y humildad; la otra, la que acerca mansedumbre y paciencia.

Jesús proclama: “Bienaventurados los mansos”, y en otro párrafo del mismo evangelio de Mateo exclama: “Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón (Mt .11, 29). De ahí deducimos que las bienaventuranzas no son sólo un bello programa ético que el Maestro traza para sus discípulos: ¡son el autorretrato de Jesús! Es el verdadero pobre, el manso, el puro de corazón, el perseguido por la justicia.

Pero Jesús hizo mucho más que darnos ejemplo de mansedumbre y paciencia heroica; hizo de mansedumbre y de la no violencia el signo de la verdadera grandeza. Ésta ya no consistirá en alzarse solitarios sobre los demás, sobre la masa, sino en abajarse para servir y elevar a los demás. Sobre la cruz, dice San Agustín, Él revela que la verdadera victoria no consiste en hacer víctimas, sino en hacerse víctima.

La frase literal de la Biblia. pone a Jesús en boca del hombre que había preparado una gran cena y, ante el rechazo de los invitados a acudir, dice a los siervos que vayan por las calles y las cercas que “hagan entrar a los pobres y lisiados, ciegos y cojos”.

Mansedumbre y tolerancia; los pobres y los lisiados, como todos los infelices, podrían sentirse violentos al presentarse con sus trastos en el palacio: venced su resistencia__recomienda el señor__, decidles que no tengan miedo de entrar. Cuantas veces, en circunstancias similares, nosotros mismo hemos dicho: “Me obligó a aceptar”, sabiendo bien que la insistencia en estos casos es signo de benevolencia, no violenta.

La encíclica Deus caritas est del actual Sumo Pontífice es un ejemplo luminoso de esa presentación respetuosa y constructiva de los valores cristianos que da razón de la esperanza cristiana” con mansedumbre y respeto”.

En el mismo pasaje del evangelio donde Jesús dice: “Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón”, el dice también “Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. (Mt. 11, 28-29)

P. Rainerio Cantalamessa OFM Cap.