25 Años de la Parroquia El Carmen


                ¿Qué han significado los 25 años de la parroquia  El Carmen?
La Palabra de Dios nos permite hacer memoria e interpretar su presencia providente en el caminar del pueblo. Así lo hemos querido recoger. En los textos que acompañaban la invitación, con la que deseábamos reunir  a los que permanecen en la Colonia y a quienes buscaron otros lugares para vivir.
En el año 1987, el 16 de julio, como figura en el acta de fundación, se crea esta parroquia: “Pónganse en camino, hagan discípulos a todos los pueblos… Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final” (Mt.25,19-20)
Pónganse en camino
Es imposible pensar en la Parroquia de El Carmen, sin relacionarla con los caminos. Su área geográfica abarcaba más de treinta comunidades y su población, como nos lo recordó D. Gregorio López en la Eucaristía, era de más de 14.000 personas. Él mismo había hecho el censo, por encargo de Mons. Antonio Eduardo Bösl, que deseaba saber si se justificaba erigir una parroquia.
El acompañamiento a los fieles tenía un estilo muy misionero. Las comunidades estaban organizadas por áreas de proximidad geográfica entre ellas. Los padres Franciscanos de El Fortín se desplazaban regularmente y permanecían durante varios días en la Colonia, alternando su presencia en las distintas áreas.
Hagan discípulos a todos los pueblos
Fueron los líderes los directos animadores de la vida religiosa de las comunidades. Recibían la instrucción y eran enviados, como en la primitiva Iglesia. Y lo hacían con la sencillez de quien se siente instrumento: auténticos mediadores entre el pueblo y el sacerdote.
Cuando se revisan los archivos, aparecen múltiples fotos de los cursos de capacitación en los que el sentido comunitario se desarrollaba de una manera vivencial; formaban un grupo grande, la Eucaristía era el centro y la olla común creaba lazos de familia. Los rostros de todos revelan una Iglesia joven de la que, al hacer memoria, brota la gratitud por tanta vida entregada y tejida con; lazos de solidaridad, sufrimiento,  audacia y valen -tía.
Sepan que Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el final
Difícil sería enumerar tantos signos de la presencia de Dios, en el transcurso del tiempo. A veces podemos tener la duda, de que  nuestras acciones pastorales estén arraigando la fe en el corazón del pueblo. Querríamos una respuesta más matemática: un gran número de personas en nuestras celebraciones; muchos jóvenes dispuestos a entregarse al servicio del Señor, en el sacerdocio y en la vida religiosa; que las cifras de los matrimonios, confirmaciones y bautismos fueran muy elevadas… Y ciertamente estos serían signos.
Pero, cada vez que ha habido que evacuar a las familias porque el río amenazaba con tragedia de vidas humanas. Lo primero que el pueblo rescataba, era todo lo que había en las capillas: El Cristo, la Virgen, los santos, los libros… Y así el éxodo, como en el antiguo pueblo de Israel, iba acompañado por la presencia del Señor en medio del pueblo. Ese estar de Dios-con-nosotros, se manifestaba en amor de hermanos. ¡Qué bello compartir entre todos cuando era tan poco lo que se tenía y siempre alcanzaba! ¡Y cuántas manifestaciones  de resignación, de abandono en las manos de Dios, de esperanza, contra toda esperanza. Han proclamado la fe sencilla y profundamente arraigada, en el corazón de la comunidad parroquial!
Cuando íbamos a la celebración, el domingo 15 de julio, se acercó uno de los hijos de D. Zacarías y nos comentó, que había hecho todo lo posible por llegar, porque recordaba con qué fatiga su padre recogió en un aguayo; las Biblias de la parroquia, cargó con el Cristo grande y pesado. Los que ahora se conservan en el museo de Concepción. Le sirvió de embarcación: atado a él en la cintura, mutuamente,  se ayudaron a alcanzar la orilla y a ponerse a salvo. Él era todavía niño, pero esta imagen la tiene grabada en el corazón. Seguramente,  cuando su padre murió, Cristo Jesús, le esperaba en la otra orilla, para devolverle el abrazo.
Ahora,  en este año 2012, sentimos que se ha realizado, cómo lo cuenta  el libro de los Hechos; “una verdadera  expansión misionera,  gracias al Río Grande”.
 Los que se habían dispersado, fueron por todas partes anunciando el Mensaje” (Act.8,4)
                 Cada inundación (recordamos siete importantes) han producido un  éxodo de familias, en busca de condiciones de vida más favorables. Ninguna de estas familias, han sido borradas  de la memoria de los que todavía permanecen. Cuándo preguntas; ¿dónde están?,  siempre hay quien sabe dar razón: “viven en Pailón, en San Julián, en Cuatro Cañadas. Se fueron a Cochabamba o integran el gran grupo, que desde las inundaciones del 2008,  se ha reubicado en Los Troncos”…
Evangelización sepultada por las embestidas del Río Grande y Pentecostés. Que en la dispersión,  propaga semillas de vida y resurrección. Los hijos de los líderes de antaño, trabajan comprometidamente en otras parroquias: El Fortín, Montero, San Julián, Santa Cruz… Muchos de los voluntarios y cooperantes,  que han ofrecido temporalmente un servicio en la Parroquia, han quedado seducidos para siempre; siguen colaborando en la distancia y confiesan su fe católica allí donde están.
Nos hubiera gustado encontrarnos todos los hermanos dispersos, fue un sueño imposible, pero han llegado bastantes. La Virgen de El Carmen les esperaba. Era la misma imagen,  pequeña y bella, restauradas sus manos rotas y su rostro algo desfigurado. También restaurados los corazones de sus hijos: con heridas ya  curadas y con un sentimiento hondo de gratitud. No cabe duda, que ha habido mucho sufrimiento en estos 25 años, pero son más los motivos de acción de gracias. Cuesta abandonar la casa, la tierra, y dejarse conducir sin rumbo. Y, sin embargo, en muchos casos, las condiciones de vida han mejorado.  Y lo más importante: no se han  perdido las raíces de la fe, porque han sabido volver a la Madre, a su comunidad de El Carmen.
Todo esto es lo que se hizo Eucaristía el sábado 14 de julio. En torno al altar no faltó nadie: la Iglesia que peregrina y la que acoge a los que han resucitado definitivamente con Cristo; la comunidad dispersa y la comunidad  reunida; los niños, los jóvenes, las familias… un buen grupo de sacerdotes y de hermanas consagradas… y la Víctima: Jesús, El Señor, entregando la Vida para que todos tengamos Vida abundante. Por estos 25 y por el tiempo que vendrá: Te alabamos, te bendecimos, te damos gracias… Señor, Dios Omnipotente.

Hermanas Teresianas