Recuerdos de Viajes



             Durante mi reciente visita en Alemania, pasé por mi tierra natal, Polonia. Recorriendo los caminos y las sendas de mi infancia y mi juventud, despertaron muchos recuerdos; los paisajes, las personas del pasado, las amistades, etc. El evangelio de este domingo, Mc 9,30-37 (XXV del año,) también narra el viaje de Jesús con sus discípulos por su patria, Galilea. Pero Jesús no se detiene en hablarles del pasado, más bien les habla del futuro, que; “el Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres, lo matarán pero después de tres días resucitará”. Así invita a sus discípulos a recorrer un nuevo camino: camino de sacrificio, de servicio, y del amor a los pequeños, colocando delante de ellos a un niño, y abrazándolo. Les recuerda la gran novedad, que; “acogiendo a  los pequeños, lo acogemos a él mismo”.
Al reflexionar este hecho, me vienen a la mente las siguientes deducciones:

Nuestra opción por los pobres tiene su origen cristológico; pues es el Señor, quien se identifica con ellos, y a través de ellos nos abraza.

Hoy, cuando por diferentes razones muchas familias y personas no tienen acceso al Señor por el camino sacramental, se les abre un camino al Señor a través del servicio a los más pequeños y sencillos, pues él mismo Señor nos asegura que lo que hemos hecho a ellos, lo hemos hecho también para él.

Es justo que recordemos los caminos y los paisajes del pasado (camino de nuestras culturas, e historias personales y comunitarias), sin embargo el Señor propone algo más; recorrer los caminos  de la entrega, del servicio, del amor a los más pequeños. Si lo hacemos, nuestro corazón se llena de paz, porque nuestro entorno se vuelve más justo y fraterno. Este es el mejor paisaje y el mejor acontecimiento de nuestra existencia.

Creo que estos son los caminos que más extraño,  porque lanzándome al servicio de los más pequeños y humildes, me lanzo a los brazos del mismo Señor, que en ellos me abraza a mí. Por eso extraño a Bolivia, a los pequeños y sencillos de corazón, porque en ellos encuentro el abrazo  que me llena de paz y me da fuerza para recorrer sus caminos, como su discípulo misionero.

+Antonio Bonifacio Reimann, OFM