Aquella mujer que hace 188 años externó; "El amor que no puede sufrir no es digno de ese nombre". Fue la inspiración, para hacer partícipe de la fiesta, a los ancianos y enfermos del pueblo, llevándoles una pequeña ayuda alimentaria que la comunidad recaudó dos domingos anteriores a la fiesta.
Las fechas 11, 12 y 13 del mes de agosto, unió al pueblo de El Fortín y a comunidades colindantes; Madrecita, Los Chacos, México chico, etc., para compartir la alegría de sentirse acompañados por santa Clara, juntamente a sus 54 años de vida y lucha, recorridos con la bendición de su patrona, y el valioso apoyo de tantos misioneros y misioneras que forman parte de una historia que se escribe con versos de fortaleza y libertad.
En la serenata se vio la presencia activa de los jóvenes, quienes presentaron danzas propias del lugar, poemas, números musicales. Y cuando el reloj marcó las doce de la noche, los fuegos artificiales se atribuyeron ser signos de la alegría del momento, manifestando sus diversos colores. Como es diverso el pueblo, pero unido bajo el manto protector de su patrona.
En las distintas homilías, se hizo hincapié al papel de la mujer y de la juventud como principales llamados a contemplar a la joven Clara, quien con sus 18 años supo escuchar la voz de su señor, al oír un sermón de san Francisco de Asís.
Hoy se percibe la necesidad de prestar atención a la suave voz de Dios, dejar las comodidades, las distracciones. Y reconocer que vivimos un tiempo favorable para dirigir nuestro ser y hacer, hacia aquel que nos habla en el corazón.
A todos nos queda el reto de ver el ejemplo de santa Clara, y poder reconocer al que en la oscuridad es la luz, y que todo lo cambia y todo lo puede, aquel que es Amor.
Junto al claro amor que manifestó santa Clara, elevemos una oración a nuestro Padre: Permite Señor, despojarnos de las costumbres intocables que nos llevan al privilegio, reconocer en tu palabra nuestra dignidad, y comprender que el Evangelio bien vivido es un contraste a nuestros egoísmos. Que a ejemplo de tu sierva Clara, vivamos la humildad, como pobreza de espíritu que se convierte en obediencia, servicio y deseos de darnos sin límites a los demás, bajo la alegría de la oración, como fuente y manantial de nuestra misión.
Voluntario: Henry Macías Núñez.