En la clausura del Sínodo en Roma, el domingo 28 de octubre, les escribo agradecido con el Señor por esta nueva experiencia que fortalece mi fe, y la fe de mis hermanos. En los días que se desarrolló el Sínodo, pude ver cómo se cumple la palabra de Dios en nuestros tiempos, la misma que exclama: “Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos y sepan que yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 19-20).
Para este Sínodo acudieron 263 Padres Sinodales, provenientes de los cinco continentes; desde el norte de Canadá, hasta las islas más lejanas del océano pacifico, y juntos compartimos nuestras alegrías y nuestras preocupaciones.
Con esta experiencia pude constatar que; “Él Señor nos llama a través de las nuevas pobrezas y las difíciles situaciones que vive la comunidad cristiana-católica, en diversas partes del mundo”. Es así que con admiración escuchamos un testimonio de nuestros hermanos de África y Asia. Aquí la comunidad cristiana constituye una minoría, y a pesar de la persecución, no abandona su fe, prefiriendo el martirio que la apostasía.
El silencio en estos ambientes, es un silencio oblativo, fecundo. Las dificultades hacen morir en la Iglesia lo que no sirve, para dar espacio a una vida nueva – orante, servidora y misionera.
Hemos pedido a los gobiernos de estos pueblos; que trabajen, para que se garantice el derecho de vivir en libertad religiosa, sin violencia y/o conflictos que los atormenten.
En la Eucaristía de clausura, el Santo Padre en su homilía, ha recogido las preocupaciones más destacadas de este Sínodo, y son las siguientes:
* Profundizar en la preparación y la recepción de los sacramentos de la iniciación cristiana (preocupación por una solida formación cristiana);
* Salir humildemente al encuentro con las personas que no conoces a Jesús (misión ad gentes);
* Buscar las personas que se han alejado del Señor y de su Iglesia (misión al interior de la Iglesia);
Creo que estas son realidades que también experimenta nuestro Vicariato, concretamente nuestras parroquias (cfr. Las conclusiones de la Asamblea Pastoral, 2012). Por esta razón, les invito a leer y meditar el mensaje del Santo Padre, Benedicto XVI., (a continuación del Prólogo).
En este número del Mensajero también publicaremos un apartado del Mensaje final del Sínodo. Les invito a todos los grupos parroquiales, a tomar este texto, para sus reflexiones personales y comunitarias.
Les agradezco a todos, por acompañarnos con sus oraciones, especialmente en la Eucaristía. Dios mediante, y la Virgen Santísima, nos podamos ver pronto. Les saludo fraternalmente, impartiendo la bendición apostólica sobre ustedes.
+Antonio Bonifacio Reimann, OFM