El Retorno a la Colonia Berlin

Queridas/os amigas/os:

Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que os comentábamos algo de nuestra vida. Y no es que los días estén vacíos de impresiones nuevas en las que siempre se puede descubrir la señal de la Buena Noticia, que late en la Historia como permanente presencia del Verbo hecho carne.

Hoy me ronda un texto bíblico que expresa, de alguna manera, los sentimientos que hemos tenido al permanecer unos días en El Plato. La Palabra dice así:

“Aunque la higuera no echa yemas y las viñas no tienen fruto; aunque el olivo olvida su aceituna y los campos no dan cosechas; aunque se acaban las ovejas del redil y ya no quedan vacas en el establo; yo exultaré con el Señor, me gloriaré en Dios, mi Salvador”.

Aunque al entrar en la Colonia Berlín parece que no hay ningún signo de vida y el pasado prometedor se haya convertido en doloroso silencio. Nosotros podemos cantar de gozo porque esta realidad nos ha devuelto la certeza de un amor no hecho de tarjetas y regalos bien envueltos, sino de presencia y comunión en medio de la realidad rota y deprimida.

El martes pasado, decidimos entrar en El Plato con el ánimo de permanecer unos días y comenzar a limpiar el lodo que cubría, en mayor o menor cantidad, toda la extensión de la casa. El lunes, fue un día lluvioso y dudamos si ponernos en camino. La ruta ahora es desconocida porque un brazo de agua impide entrar con la movilidad hasta El Carmen. A pesar de todo nos decidimos.

Efectivamente, el recorrido era más largo y lleno de dificultades. En bastantes tramos tuvimos que poner la doble tracción y, en medio del buen humor y las bromas, el peligro nos remitía al silencio. Tres horas y… ¡por fin, en casa!

Todavía se podía aprovechar un rato antes del almuerzo. Manos a la obra, comenzamos a sacar lodo de una de las habitaciones para instalar un dormitorio común. En la noche pudimos descansar en este espacio que, aunque estuviera todavía lleno de arañas, ranas y variados insectos, presentaba – en relación con los demás ambientes- una imagen de hotel de cinco estrellas.

No nos atrevimos a confesarnos lo duro que estaba resultando el trabajo. Había que hacerlo y mejor no gastar energías en lamentaciones. Creo que, en silencio, pudimos entrar en comunión con todas las realidades sufrientes del mundo. Aprendimos de pequeños que la esfera terrestre presenta en su interior una masa incandescente, aunque lo que percibimos es una superficie segura por la que caminar y en la que construimos casas y rascacielos…Ahora teníamos la oportunidad de experimentar el calor de un fuego que no se ve pero que, en definitiva, era el que motivaba nuestra presencia ahí y nos impulsaba a limpiar, renovar, recorrer caminos…

Al amanecer del siguiente día, seguíamos con la pala y la carretilla; el lodo y el buen humor… cuando llegó Dalcy –amiga y vecina- a saludarnos. La comunidad de El Carmen sigue todavía en el campamento, pero bastantes familias han regresado a El Plato para hacer la siembra de frejol. Nos prometió volver con una “tropa”. Y así fue.

El jueves aparecieron un buen grupo de mujeres dispuestas a ayudar. Parece mentira lo que pueden lograr unas manos multiplicadas… A la hora del almuerzo ya se había retirado el lodo de todas las dependencias y exteriores. Las losetas de barro, en algunas partes, estaban secas; tenían un espesor de hasta quince centímetros. En otras, todavía eran una masa pesada y húmeda que costaba desprender… Todo volvía a recuperar la armonía a pesar del deterioro que deja la humedad.

Por la tarde se brindaron a seguir ayudando. El aula-taller de la mujer está situada en una parte más baja y por eso, estaba mucho más afectada. El nivel que alcanzó aquí el agua fue superior a un metro. Muchas de las mujeres, que sacaban ahora el barro, han acudido allí días enteros durante más dos años…

Aunque las horas en las que unas y otras compartían sus conocimientos, no vuelvan a repetirse. Aunque las artesanías que con tanta ilusión se pusieron a la venta en la Manzana 1, no dispongan de este espacio para su producción. Aunque intuimos que el éxodo puede ser definitivo…

No podemos dejar de alegrarnos por constatar que el cariño, la entrega y el compartir de la gente son más grandes que todo lo que se perdió. Desde aquí las gracias a vosotros y a nuestro pueblo.

Un abrazo muy grande,

HERMANAS TERESIANAS DE EL PLATO
PASCUALA Y JUANLU