Recuperara el alma y jugar bien el partido


             El día 10 de Junio, cuando viajaba a Polonia, leí que el ex entrenador boliviano Javier Azcargorta, luego de la victoria del equipo boliviano sobre el paraguayo escribió para el periódico el Deber: “no hay equipo sin alma, y por sanciones, lecciones y decisiones Bolivia recupero el y es una buena notica”.
 
                 Así me viene a la mente otro equipo, que también juega un partido muy importante, por el establecimiento del Reinado de Dios en el mundo.
Tanto la Iglesia local como universal, está llamada a llevar la Buena Noticia de la Salvación. ¿Quién constituye el alma de este equipo? Hace poco hemos celebrado la solemnidad de Pentecostés, y desde aquel tiempo “El Espíritu del Señor” juega el rol más importante en este partido, ya que para ello nos ha ungido, nos ha sellado con su presencia, nos ha incorporado a este equipo nuevo. Cuyo fin es hacer presente la victoria del Señor en el mundo. Gracias al Espíritu del Señor, y con él, todo el Pueblo de Dios - los Obispos, los Presbíteros, la Vida Consagrada, los Laicos comprometidos, la Familia, Conformamos el alma de este equipo, estamos guiados por el Señor como capitán, y como campo tenemos el mundo. Pero me pregunto: ¿Verdaderamente sudamos la camiseta?.

Con estos pensamientos aterrice en el aeropuerto de San Pablo. Allí me tocó una larga espera para la conexión con Frankfurt, casi ocho horas. Lo cual tube tiempo para descansar y retomar en la capilla ecuménica del aeropuerto estos pensamientos. La pregunta acerca del equipo del Señor me sigue acompañando en el viaje. Tengo delante un texto del Cardenal Roger Etchegaray, obispo de Marsella en Francia que habla sobre el Sínodo de la Nueva Evangelización, la apertura del Año de la Fe y el 50 aniversario del Concilio Vaticano II, en el mes de octubre de este año 2012.
Las palabras del Cardenal Etchegaray parecen ser la respuesta a mi pregunta: ¿Somos realmente el alma de este equipo del Señor?, Considero que son dignas de compartir, dicen así: “Pido la limosna de la oración, para que yo también pueda vivir, a imagen del apóstol Pablo, como alguien que difunde el Evangelio: apasionado por el anuncio de la Buena Nueva, judío entre con los judíos, griego con los griegos, solidario con cada hombre, según su ambiente y su cultura; todo para todos, para salvar por lo menos a alguno; dispuesto a interpretar las señales del Espíritu para correr hacia donde no hubiera imaginado ir; capaz de fundar comunidades de fieles en el corazón de los Efesios y de los Corintios de nuestros tiempos; dispuesto a generar sin cansarme nuevos fieles, apoyándoles o corrigiéndoles si fuera necesario; atento a tejer vínculos entre las comunidades, antiguas y nuevas, de la Iglesia para que den recíprocamente testimonio de fe y de oración; y en fin, que yo mismo pueda siempre alabar a Dios por los frutos del espíritu que veo madurar en los meandros más recónditos de la ciudad; para que pueda usar mis débiles fuerzas para revelar al Resucitado, esperando fervientemente su regreso. Y que yo sea dichoso, dichoso por una esperanza indefectible…Lo que más necesitamos es la oración”.
Me doy cuenta que el Cardenal Roger es un buen jugador del Señor. Con este entusiasmo pido a Dios que en nuestras familias, parroquias, grupos sacerdotales y vida Consagrada, no falten jugadores al estilo de nuestro hermano en la fe, Cardenal Roger Etchegaray. En esta oportunidad recuerdo también, y doy gracias al Señor por la vida y el testimonio profético de nuestro Hermano Cardenal Julio Terrazas Sandoval. Desde mi viaje a Polonia, me uno a todo el Pueblo de Dios, para felicitar, y pedir las bendiciones necesarias en ocasión de sus Bodas de Oro sacerdotales, que celebra el día 29 de Junio en Santa Cruz. Mi felicitación también va a Mons. Jesús Pérez Rodríguez, Arzobispo de Sucre quien en el mismo día agradece al Buen Pastor, por el don de la ordenación sacerdotal recibido por manos del Cardenal Maurer, hace 50 años. Felicidades a estos buenos e incansables jugadores del equipo del Señor, por compartir la victoria del Señor con los más pobres y alejados.
 
             Cómo no dar gracias al Señor también por tantos hombres y mujeres que en su vida sencilla, ordinaria, luchan por extender la paz y la justicia del Señor en su entorno y colaboran en la obra evangelizadora en sus parroquias.
                 En el aeropuerto de San Pablo encontré muchísima gente. En la capilla ecuménica, de vez en cuando entran las personas para hacer su meditación en silencio. Eso despierta esperanza. Una señora se acercó y me dijo que quieren escuchar una meditación basada en la reflexión de Raja Yoga. Suena la música y alguien pronuncia suaves palabras, invitando a los presentes relajar su cuerpo y mente, y dejar que penetre en ellos la energía de paz y tranquilidad. La palabra que más se repetía fue: “la energía”. Por un lado agradezco al Señor por esta sed de silencio y de meditación en la vida de las personas, y por el otro, sé que para nosotros los cristianos, la fe nos lleva no sólo al encuentro con una energía positiva, sino que ungidos y sellados con el Espíritu del Señor, conduce al encuentro con Jesucristo vivo, nuestro Dios y Señor. Y este encuentro despliega la fuerza transformadora en nosotros mismos, en la Iglesia y en la sociedad entera. Algo nuevo está naciendo, y mejor dicho, alguien nuevo, una criatura nueva, una vida nueva en Cristo está naciendo. Esto significa para mí “recuperar el ánima”, lo que constituye una buena noticia.

Concluyo esta reflexión con las palabras del papa Benedicto XVI y recogidas por Aparecida, que conocemos casi de memoria: “recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética, o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello, una orientación decisiva” (DA, 12).

Con un saludo fraterno, ya desde Polonia, me despido en Cristo Buen Pastor;
 
+Antonio Bonifacio Reimann, OFM