En los próximos días tendremos la MINI ASAMBLEA PASTORAL de nuestro Vicariato Apostólico Ñuflo de Chávez, que consistirá en evaluar y luego reprogramar –si es necesario- nuestras prioridades pastorales, las cuales son: LA FAMILIA, LA CATEQUESIS Y LOS LÍDERES.
Sabemos que Cristo transmite su misión a sus discípulos, es decir, al nuevo pueblo de Dios. Desde la misión de Jesús hay que entender el envío de la Iglesia al mundo, o sea, nuestra propia misión, la de todos los bautizados en Cristo. Misión que se concreta en la evangelización; y ésta en dos tiempos: anuncio del Reino de Dios y aval de tal mensaje con los signos de liberación humana. El evangelio esencial que hemos de transmitir y testimoniar es la alegre noticia de que Dios ama al hombre, lo invita a la fe, a su amistad, a su adopción filial y a la fraternidad humana mediante el seguimiento de Cristo, que es el hombre nuevo.
La evangelización es un servicio sin factura, hay que dar gratis lo que gratuitamente hemos recibido, es decir, el anuncio de la salvación por la fe. El Evangelio no se negocia ni se vende.
“La tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgente. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios y perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (EN 14).
“Pablo, servidor de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, elegido para anunciar la Buena Noticia de Dios” (Rom 1,1); “Anunciar la Buena Noticia no es causa ni motivo de orgullo, sino una obligación a la que no puedo renunciar. ¡Ay de mí si no anuncio la Buena Noticia” (1Cor 9, 16).
Así lo decía San Pablo, consciente de su vocación misionera. Lo mismo hemos de repetir nosotros, máxime en el ocaso de los tiempos actuales, en que debido a la confusión de los criterios, corren peligro de eclipse valores tales como la vida humana, la persona, el matrimonio, la familia, el sexo, la solidaridad y el compartir.
“La fe nace de la predicación, y lo que se proclama es el mensaje de Cristo” (Rom 10, 17). La fe suscitada por la palabra no se limita a descubrir el misterio de Dios, sino que nos impulsa a secundar la acción de su Espíritu para la transformación de la realidad humana, a partir de una conversión personal profunda.
“Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella, para limpiarla con el baño del agua y la palabra, y consagrarla, para presentar una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa semejante, sino santa e irreprochable” (Ef 5, 25-27).
El camino de San Pablo nos muestra un camino al servicio de la evangelización para encontrar a Cristo Resucitado de un modo profundo y alegre y también nos invita al mismo tiempo a revivir -un nuevo Damasco- para que nuestro corazón ardiendo con las llamas del Espíritu Santo nos facilite llevar adelante nuestras actividades pastorales.
Dios Padre de todos, que te defines como Amor y que quisiste que tu Hijo, Cristo Jesús, creciera al calor del amor familiar al lado de María su madre y de san José, bendice con tu Espíritu a nuestras familias, que en medio de cansancios, dudas y alegrías, gozos y temores, ilusiones y desencantos, caminan hacia ti y que no tengan miedo asumir la responsabilidad sobre las verdades que nos presenta Cristo sobre la misma familia, el matrimonio, la pastoral vocacional y los líderes de las comunidades.
P. Berdardo Falkus OFM