El día miércoles 16 de Mayo estuve de visita pastoral en San Antonio de Lomerío y pude observar el avance de la renovación del Centro Juvenil Parroquial, que gracias a la ayuda de las OMP y de los Bienhechores de la Arquidiócesis de Bamberg, Alemania; está siendo posible restaurar todo el techo.
Al día siguiente tenía previsto viajar a Santa Cruz de la Sierra, viendo que tenía dos días libres, sentí la necesidad de viajar a una comunidad muy lejana de San Antonio de Lomerío (260 km al norte), perteneciente al Municipio de San Julián cuyo nombre es: “San Martín - 19 de Agosto” ubicada al norte de la parroquia de “El Carmen”, la cual se quedó al otro lado del Río Grande, después que el mismo cambiará su cauce el año 1990.
Cuando todavía yo era párroco de “El Fortín” entré a visitar esa comunidad recorriendo Minero, Chané, los campos de los Rusos, el Puerto Freking y el lecho seco del Río Grande llegaba a la comunidad.
La última vez cuando yo estaba ya en Cochabamba, visité la comunidad con el P. Estanislao y las Hermanas Teresianas, tal vez en el año 1997. Momento en que los Padres Salesianos asumieron la atención de la comunidad de San Martín, junto a una nueva comunidad llamada “Limoncito”. Dos años atrás había encontrado en Cochabamba al P. Silvio, (Salesiano) quien construyó las capillas para reunir a la gente en estas dos comunidades. Me invitó para la bendición y hasta ahora por muchas razones no había podido entrar.
El día viernes 18 de Mayo de 2012 desde San Antonio de Lomerío me dirigí por Cuatro Cañadas, Puerto Pacay, Montero y Minero para poder pasar la noche en Fernández Alonso, en la casa de las Hermanas Pequeñas Siervas de la Sagrada Familia. Por la lluvia que cayó en la noche y toda la mañana del sábado 19 de mayo, no pude continuar el viaje.
El domingo 20 de mayo “Solemnidad de la Ascensión del Señor”, a las 7:30 salí de Fernández Alonso. El viaje parecía prometedor, porque había cesado la lluvia y salido el sol. Pasando Chané Magallanes, tomé el camino hacia el Puerto Freking. Al inicio todo bien, pero pasando unos kilómetros comenzó el “baile” de mi camioneta Nissan, montando las profundas huellas llenas de agua y barro. De vez en cuando aparecía terreno seco, pero la mayoría era camino blando, con mucho lodo y las cunetas de ambos lados llenas de agua.
Por momentos me vino el pensamiento de que este viaje interminable no tenía sentido si el camino sigue igual. Pero no hubo tiempo ni espacio para cambiar de ruta ni dar retro, tenía que acelerar y seguir adelante, pidiendo en silencio al Señor que me ayude avanzar y que no se detenga la camioneta en el barro. Después de casi dos horas de viaje el camino mejoró. En este momento, ya estando en el terreno relativamente seco, vi que la llanta trasera me adelantaba y se metía en la cuneta del agua. Se oyó un ruido y paré. Me percaté que perdí la llanta, las balatas y el tambor estaban metidos en el barro. ¿Qué hacer? Veo que por delante se acerca un camión grande cargado con gente. Lo hice parar y pedí auxilio. Comenzamos la búsqueda de la llanta y las tuercas que se aflojaron. La señora Zenobia y San Antonio me ayudaron a buscarlas; después de unos 10 minutos hallamos dos al borde del camino; las otras cuatro las encontró un chico. La gente me ayudó a levantar la camioneta y colocar nuevamente la llanta perdida y ajustar las tuercas. Uno de los jóvenes llamado Roger, decidió quedarse conmigo y acompañarme a San Martín, y luego volver a Chané.
¿Qué sería si la llanta se hubiera salido antes, cuando estaba en el monte, en medio del barro y agua? Seguramente no habría encontrado las tuercas. Que en el preciso momento de la dificultad, aparece un camión con la buena gente, y uno de los jóvenes se decide a quedarse conmigo y acompañarme...
Me pregunto ¿no es la señal evidente que Él Señor cuida del pobre y abatido en medio de las turbulencias del camino de la vida? Entendí también que de las “plantadas” en la vida, solos nunca podremos salir, siempre necesitaremos de alguien para ir adelante.
Y un detalle más. Con el joven Roger Soliz continué el viaje, llegamos a una casa donde antes acostumbraba detenerme y donde me alimentaba la buena señora Andrea Cesarí Charupá, oriunda de San Antonio de Lomerío. Su finado esposo, Víctor Cesarí, era vadero y en mis primeras visitas a esta zona me cruzaba a la otra orilla del río, pasando al lado de su casa. Bajamos de la movilidad para visitar y tomar con aquella señora un cafecito.
Entré a la casa y encontré a una joven, su cara me era muy conocida, se llama Margarita Masaví. La conocí de pequeña en San Martín. Ahora vive con el hijo de la señora Andrea. Le pregunte por ella y me contestó: “Padre, la señora Andrea falleció hace un mes, el 16 de abril fue enterrada”. Al escuchar la noticia, me faltaron las palabras, recordé que hace un año la había encontrado en su natal San Antonio, justo para la fiesta patronal. Después de muchos años, y sin su presencia física, todavía puedo sentir su alegría y su fuerte abrazo sobre mí.
Hoy me pregunto, ¿si el día 16 de mayo, tomé la decisión tan inesperada en San Antonio de Lomerío de viajar a San Martín, no fue acaso la intervención de mi amiga Andrea, para que yo celebrará la Santa Misa del mes en su comunidad? Después de hablar un rato con Margarita, le dije que celebraría la Santa Misa ahora por el descanso eterno de Andrea.
Así llegamos a San Martín a la 13:30. Los niños como siempre, son los primeros que llenan la capilla, luego las mamás, y algunos papás. Puede reconocer algunas señoras, como Teresa Álvarez y sus dos hermanas, y a la Sra. Filomena Ramos, viuda de Nicolás Ramos, quien no se acordó de mi nombre, pero si de la parroquia “El Fortín” de donde venía hace años. Después de un fuerte abrazo celebramos la Misa, posibilitando primeramente a la confesión.
Agradecidos al Señor por su misericordia con nosotros entonamos el solemne Gloria al Señor, en la fiesta de la Ascensión del Señor. Las palabras del evangelio: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación”, resuenan en esta capilla como nunca. El Señor no se olvida de su Pueblo, también hoy, aunque tan lejos del Centro Pastoral les anuncia esta alegre noticia: Nuestro destino es estar unidos a Él, porque es nuestro cielo aquí en la tierra y un día en la plenitud de la vida por toda la eternidad.
Finalizando la Eucaristía invité a todas las mamás para recibir una bendición especial con el motivo del día de la Madre. Y luego nos tomamos la foto comunitaria con muchas madres y su bebé en brazos. “Padre, no se olvide enviarnos la foto”, decían al despedirse. En casa de una familia, oriunda de Padilla (Sucre), me serví un sabroso plato de pescado.
Viajé de vuelta por otro camino bajo la guía de Roger. Llegamos con menos dificultades a las 17.00 horas a la carretera que une Chané con Sagrado Corazón. Aproveché la cercanía de esta parroquia, para visitar a los padres Salesianos, y agradecerles por la atención pastoral que dedican a estas dos comunidades (San Martín y Limoncito) que pertenecen al Municipio de San Julián. Nos recibieron con mucha amabilidad el P. Pedro (de nacionalidad Japonesa), invitándonos refresco, galletas y cafecito. Por Roger me enteré que en Chané vive mi antiguo amigo, Dn. Félix Estrada. Visitamos su casa y lo encontramos en el patio con su esposa. El ya tiene 85 años de vida. Cuando me vio, preguntó: “¿Usted es el P. Leo?” ¿Por qué? le pregunte. “Se parece a él”, respondió. El P. Leo Eichenseer, fue párroco de “El Fortín” desde el año 1972 hasta 1979. Muchas veces visitaba esta región, murió en un accidente el año 1981 y todavía muchas personas se acuerdan de él.
En esta misma localidad encontramos también a la jubilada Profesora Lilí que antes trabajaba en Santo Domingo, ella, en cambio preguntaba por la Madre María José, Raquel, Natividad… (Teresianas). Estas mujeres siguen viviendo también en la memoria de este pueblo.
Retorno a las 20 hrs a Fernández Alonso, donde las Hermanas “Pequeñas Siervas de la Sagrada Familia” me esperan con mucha preocupación y una buena cena.
Memoria recogida por Mons. Antonio B. Reimann, OFM