El mes de la Palabra de Dios
El día 1 de Septiembre participé en la Eucaristía de la mañana en la catedral de Santa Cruz. Con este domingo se inauguró el mes de la Biblia. Durante la celebración eucarística en la Catedral, antes de la proclamación de la Palabra de Dios, se hizo una solemne entronización de la Biblia que concluyó con el canto: “Tu Palabra me da vida”.
Este domingo coincidió también con la oración por los niños de la calle. Un grupo numeroso de ellos participo en la Misa y en las lecturas de este domingo.
El Cardenal, en su homilía, comentando las lecturas bíblicas, nos invitó a todos aceptar con fe esta Palabra que nos interpela y nos invita a negarse a si mismo para poder abrirse a los demás sin prejuicios. Recordaba también de los enfrentamientos que tuvieron lugar en estos días frente a la Catedral, después de la promulgación del Decreto del Sr. Presidente.
Estos niños abandonados por sus familias, los actos violentos acontecidos en los días pasados, nos muestran la falta de coherencia entre la fe que profesamos y nuestra vida. Qué beneficios puede traer una lectura de la Palabra de Dios atenta y llena de fe demuestra el siguiente testimonio de Mons. Samuel Ruíz, Obispo de San Cristóbal en México “… una vez el padre Fostler, dominico, iba celebrar la Misa en la comunidad indígena. Le pidieron que esperara un momento antes de celebrarla, porque se dieron cuenta que de que estaban desunidos y debían recuperar su unión. Y comenzaron a hablar unos con otros, padres con hijos, maestros con alumnos, compadres y comadres entre sí, amigos y enemigos…, y cuando terminaron, dijeron a padre Fostler: <>El que me ama guardará mi Palabra…
Estimados Hermanos y Hermanas. Qué fácil es cantar, “Tu Palabra me da vida”, pero que difícil se nos hace apegarnos con fe y confianza a esta Palabra que verdaderamente nos da Vida y una Vida Eterna. ¡Qué poca importancia le damos a esta Palabra que da vida!
El mismo Jesús nos dice también hoy: “El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23-26). Los diferentes enfrentamientos nos demuestran que estamos lejos de descubrir la presencia del Señor en nosotros, y reconocernos mutuamente como hijos de Dios y hermanos entre nosotros porque estamos lejos de su Palabra. Pues esta Palabra acogida con amor nos lleva a la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, pero también a la comunión entre todos nosotros, miembros de Cristo. Nos lo recuerdan los Obispos en Aparecida:”Al recibir la fe y el bautismo, los cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo que lleva a confesar a Jesús como Hijo de Dios y a llamar a Dios “Abba,…la Comunión de la Iglesia se nutre con el Pan de la Palabra de Dios y con el Pan del Cuerpo de Cristo. En la Eucaristía, se nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen de ser hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo. La Iglesia que la celebra es casa y escuela de comunión” (cfr. Documento de Aparecida, 157, 158).
A todos nos preocupan los hechos violentos ocurridos en los últimos días en diferentes lugares de Bolivia. Creo que vale la pena recordar lo que escribió el Papa Juan Pablo II en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz. “Una paz auténtica se construye sobre cuatro pilares: la justicia social, la verdad, la libertad y el amor. Cuando falta uno de estos pilares, entonces la paz está en riesgo” (cfr. Mensaje, 2004).
El Papa Benedicto XVI ha dirigido a los Jóvenes en Sydney durante la Misa de clausura, el día 20 de julio de 2008 el siguiente mensaje: “El amor de Dios puede derramar su fuerza sólo cuando le permitimos cambiarnos por dentro. Debemos permitirle penetrar en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestro cansancio espiritual, de nuestro ciego conformismo con el espíritu de nuestro tiempo. Solo entonces podemos permitirle encender nuestra imaginación y modelar nuestros deseos profundos. Por esto es tan importante la oración; la plegaria cotidiana, la privada en la quietud de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento, y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia. Esta es pura receptividad de la gracia de Dios, amor en acción, comunión con el Espíritu que habita en nosotros y nos lleva, por Jesús y en la Iglesia, a nuestro Padre celestial”.
Decir “sí” a la Palabra que da Vida
El mes de Septiembre es el mes de mucho humo, como una consecuencia de la quema desmesurada de los pastos secos y los árboles. Junto con la hermana naturaleza sufren nuestros hermanos y hermanas “quemados” por tantos conflictos sociales y políticos.
Al mismo tiempo el mes de Septiembre está marcado por muchos acontecimientos esperanzadores en nuestra Iglesia local. Entre ellos es la preparación a la Gran Misión Popular en las parroquias de San Julián y San Ramón; la renovación de la Misión en la parroquia de Concepción; las primeras Comuniones y las Confirmaciones en las diferentes parroquias, la iniciación del curso para los Ministros de la Comunión, el Festival de canto, poesía y danza con el lema: “Jóvenes unidos a la Eucaristía rumbo a la Misión”, encuentro de la Infancia Misionera,… etc.
Así como las lluvias que anuncian la primavera traen una nueva vida, confiamos que estos acontecimientos traerán una nueva primavera en todos los niveles de la vida. Abrámonos a esta fuerza del Espíritu que se nos comunica a través de la Palabra de Dios y es capaz de penetrar hasta lo más hondo de nuestro ser y llevar allá la salvación y la paz verdadera.
Pidamos al Señor por intercesión de María Inmaculada, nuestra Madre, llena del Espíritu Santo, esta docilidad a la Palabra de Dios, acogida y vivida en todas las circunstancias de nuestra existencia. Qué ella nos ayude en primer lugar a decir “sí” a la Palabra que da Vida. “Este >sí a la vida<>. Es lo que se manifestó con vigor el día de Pentecostés, convirtiéndose en gracia y en tarea de la Iglesia para con el mundo, su misión prioritaria” (Benedicto XVI, Mensaje a los Jóvenes del mundo).
Para esta misión les bendigo y acompaño en mis oraciones. Fraternalmente, Mons. Antonio Bonifacio Reimann, OFM
El día 1 de Septiembre participé en la Eucaristía de la mañana en la catedral de Santa Cruz. Con este domingo se inauguró el mes de la Biblia. Durante la celebración eucarística en la Catedral, antes de la proclamación de la Palabra de Dios, se hizo una solemne entronización de la Biblia que concluyó con el canto: “Tu Palabra me da vida”.
Este domingo coincidió también con la oración por los niños de la calle. Un grupo numeroso de ellos participo en la Misa y en las lecturas de este domingo.
El Cardenal, en su homilía, comentando las lecturas bíblicas, nos invitó a todos aceptar con fe esta Palabra que nos interpela y nos invita a negarse a si mismo para poder abrirse a los demás sin prejuicios. Recordaba también de los enfrentamientos que tuvieron lugar en estos días frente a la Catedral, después de la promulgación del Decreto del Sr. Presidente.
Estos niños abandonados por sus familias, los actos violentos acontecidos en los días pasados, nos muestran la falta de coherencia entre la fe que profesamos y nuestra vida. Qué beneficios puede traer una lectura de la Palabra de Dios atenta y llena de fe demuestra el siguiente testimonio de Mons. Samuel Ruíz, Obispo de San Cristóbal en México “… una vez el padre Fostler, dominico, iba celebrar la Misa en la comunidad indígena. Le pidieron que esperara un momento antes de celebrarla, porque se dieron cuenta que de que estaban desunidos y debían recuperar su unión. Y comenzaron a hablar unos con otros, padres con hijos, maestros con alumnos, compadres y comadres entre sí, amigos y enemigos…, y cuando terminaron, dijeron a padre Fostler: <>El que me ama guardará mi Palabra…
Estimados Hermanos y Hermanas. Qué fácil es cantar, “Tu Palabra me da vida”, pero que difícil se nos hace apegarnos con fe y confianza a esta Palabra que verdaderamente nos da Vida y una Vida Eterna. ¡Qué poca importancia le damos a esta Palabra que da vida!
El mismo Jesús nos dice también hoy: “El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él” (Jn 14, 23-26). Los diferentes enfrentamientos nos demuestran que estamos lejos de descubrir la presencia del Señor en nosotros, y reconocernos mutuamente como hijos de Dios y hermanos entre nosotros porque estamos lejos de su Palabra. Pues esta Palabra acogida con amor nos lleva a la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la Eucaristía, pero también a la comunión entre todos nosotros, miembros de Cristo. Nos lo recuerdan los Obispos en Aparecida:”Al recibir la fe y el bautismo, los cristianos acogemos la acción del Espíritu Santo que lleva a confesar a Jesús como Hijo de Dios y a llamar a Dios “Abba,…la Comunión de la Iglesia se nutre con el Pan de la Palabra de Dios y con el Pan del Cuerpo de Cristo. En la Eucaristía, se nutren las nuevas relaciones evangélicas que surgen de ser hijos e hijas del Padre y hermanos y hermanas en Cristo. La Iglesia que la celebra es casa y escuela de comunión” (cfr. Documento de Aparecida, 157, 158).
A todos nos preocupan los hechos violentos ocurridos en los últimos días en diferentes lugares de Bolivia. Creo que vale la pena recordar lo que escribió el Papa Juan Pablo II en su mensaje con motivo de la Jornada Mundial de la Paz. “Una paz auténtica se construye sobre cuatro pilares: la justicia social, la verdad, la libertad y el amor. Cuando falta uno de estos pilares, entonces la paz está en riesgo” (cfr. Mensaje, 2004).
El Papa Benedicto XVI ha dirigido a los Jóvenes en Sydney durante la Misa de clausura, el día 20 de julio de 2008 el siguiente mensaje: “El amor de Dios puede derramar su fuerza sólo cuando le permitimos cambiarnos por dentro. Debemos permitirle penetrar en la dura costra de nuestra indiferencia, de nuestro cansancio espiritual, de nuestro ciego conformismo con el espíritu de nuestro tiempo. Solo entonces podemos permitirle encender nuestra imaginación y modelar nuestros deseos profundos. Por esto es tan importante la oración; la plegaria cotidiana, la privada en la quietud de nuestros corazones y ante el Santísimo Sacramento, y la oración litúrgica en el corazón de la Iglesia. Esta es pura receptividad de la gracia de Dios, amor en acción, comunión con el Espíritu que habita en nosotros y nos lleva, por Jesús y en la Iglesia, a nuestro Padre celestial”.
Decir “sí” a la Palabra que da Vida
El mes de Septiembre es el mes de mucho humo, como una consecuencia de la quema desmesurada de los pastos secos y los árboles. Junto con la hermana naturaleza sufren nuestros hermanos y hermanas “quemados” por tantos conflictos sociales y políticos.
Al mismo tiempo el mes de Septiembre está marcado por muchos acontecimientos esperanzadores en nuestra Iglesia local. Entre ellos es la preparación a la Gran Misión Popular en las parroquias de San Julián y San Ramón; la renovación de la Misión en la parroquia de Concepción; las primeras Comuniones y las Confirmaciones en las diferentes parroquias, la iniciación del curso para los Ministros de la Comunión, el Festival de canto, poesía y danza con el lema: “Jóvenes unidos a la Eucaristía rumbo a la Misión”, encuentro de la Infancia Misionera,… etc.
Así como las lluvias que anuncian la primavera traen una nueva vida, confiamos que estos acontecimientos traerán una nueva primavera en todos los niveles de la vida. Abrámonos a esta fuerza del Espíritu que se nos comunica a través de la Palabra de Dios y es capaz de penetrar hasta lo más hondo de nuestro ser y llevar allá la salvación y la paz verdadera.
Pidamos al Señor por intercesión de María Inmaculada, nuestra Madre, llena del Espíritu Santo, esta docilidad a la Palabra de Dios, acogida y vivida en todas las circunstancias de nuestra existencia. Qué ella nos ayude en primer lugar a decir “sí” a la Palabra que da Vida. “Este >sí a la vida<>. Es lo que se manifestó con vigor el día de Pentecostés, convirtiéndose en gracia y en tarea de la Iglesia para con el mundo, su misión prioritaria” (Benedicto XVI, Mensaje a los Jóvenes del mundo).
Para esta misión les bendigo y acompaño en mis oraciones. Fraternalmente, Mons. Antonio Bonifacio Reimann, OFM