En el día de Santa Teresa de Jesús, el Señor ha llamado a su casa a nuestra querida y recordada Hermana y Madre Dorotea Kauf.
Doy gracias a Dios que he podido estar en sus 99 años de vida: la convivencia fraterna de las ex - alumnas en el patio del convento y una Eucaristía inolvidable agradeciendo a Dios con todo el pueblo por el regalo de la vida, por su vocación religiosa y misionera.
Hoy me uno con las Hermanas Terciarias de San Francisco, con el P. Bernardo Falkus, párroco, con los hermanos franciscanos, los sacerdotes presentes y todos los fieles para dar gracias a Dios por toda una vida de nuestra Hermana Dorotea, entendida como un SERVICIO lleno de fe y amor, alegre y sencillo.
La Madre Dorotea después de casi 60 años de trabajo en Guarayos retorna a su casa. En este momento con el salmista del Señor digo: “Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor” (salmo 121)
Yo siendo religiosa franciscana, trabajaba como enfermera en el campamento cerca de la frontera con Suiza, curando las heridas de los soldados al final de la segunda guerra mundial.
Desde el comienzo de su llegada en el año 1956, cuando se fundó el colegio Santa Teresita, la Madre se dedica a la educación. Este servicio entrelaza con la oración y el trabajo en la cocina del convento.
La preocupación por el alimento espiritual, formación intelectual de los niños y el servicio en la cocina de la casa fueron lugares principales, donde la Madre Dorotea se encontraba con el Señor Jesús.
Me pregunto: ¿No es un ejemplo para todos nosotros?
Primero.- Poner todo su empeño en la vivencia con el Dios vivo a través de la oración personal, comunitaria, devoción eucarística y mariana.
Segundo: Dedicar todas sus fuerzas en la formación intelectual, humana y espiritual.
Tercero: Trabajar con alegría para servir a sus hermanos y hermanas.
Para siempre se queda grabada esta persona humilde, sencilla y fuerte al mismo tiempo. Fuerte de carácter y temperamento. Tenía que ser así, para poder vivir casi 100 años de vida. En mis oídos suena todavía el sonido de cristal que el P. Bernardo le proporcionaba al final de las comidas para que le tocara y levantaba la mesa para la oración de agradecimiento por los alimentos recibidos.
También me acuerdo de sus palabras durante las últimas visitas: “Que mi amado Dios ya me lleve a su casa”. Ya estaba preparada para partir a su casa. Y su oración fue escuchada. Se que mucho rezaba por las necesidades de la Iglesia, por las intenciones de la comunidad religiosa, por sus hermanas y hermanos religiosos, por todo el pueblo Guarayo. Y lo hacia con la oración del Santo Rosario ante una imagen de la Virgen María alumbrada con un foquito de luz por adentro.
Una vez más bendigamos al Señor, porque en ella, nuestra M. Dorotea se ha revelado la fidelidad y el amor de Dios para con su pueblo. Y pidamos que el Señor, al que tan fielmente servia, se apiade de sus debilidades y la admita al coro celestial para contemplarlo y participar en el gozo de los redimidos por toda la eternidad.
Agradezco a las Hermanas Franciscanas Terciarias por los lazos de amor y fraternidad para con nuestra Hna. Dorotea. Al P. Bernardo por su cercanía y cariño que la tenía siempre. A las señoras enfermeras y a todo el pueblo por sus oraciones y la Santa Comunión ofrecida por ella. Que el Señor le conceda la Vida Eterna.
Con mi saludo fraterno: Mons. Antonio Bonifacio Reimann. OFM
Doy gracias a Dios que he podido estar en sus 99 años de vida: la convivencia fraterna de las ex - alumnas en el patio del convento y una Eucaristía inolvidable agradeciendo a Dios con todo el pueblo por el regalo de la vida, por su vocación religiosa y misionera.
Hoy me uno con las Hermanas Terciarias de San Francisco, con el P. Bernardo Falkus, párroco, con los hermanos franciscanos, los sacerdotes presentes y todos los fieles para dar gracias a Dios por toda una vida de nuestra Hermana Dorotea, entendida como un SERVICIO lleno de fe y amor, alegre y sencillo.
La Madre Dorotea después de casi 60 años de trabajo en Guarayos retorna a su casa. En este momento con el salmista del Señor digo: “Que alegría cuando me dijeron, vamos a la casa del Señor” (salmo 121)
Yo siendo religiosa franciscana, trabajaba como enfermera en el campamento cerca de la frontera con Suiza, curando las heridas de los soldados al final de la segunda guerra mundial.
Desde el comienzo de su llegada en el año 1956, cuando se fundó el colegio Santa Teresita, la Madre se dedica a la educación. Este servicio entrelaza con la oración y el trabajo en la cocina del convento.
La preocupación por el alimento espiritual, formación intelectual de los niños y el servicio en la cocina de la casa fueron lugares principales, donde la Madre Dorotea se encontraba con el Señor Jesús.
Me pregunto: ¿No es un ejemplo para todos nosotros?
Primero.- Poner todo su empeño en la vivencia con el Dios vivo a través de la oración personal, comunitaria, devoción eucarística y mariana.
Segundo: Dedicar todas sus fuerzas en la formación intelectual, humana y espiritual.
Tercero: Trabajar con alegría para servir a sus hermanos y hermanas.
Para siempre se queda grabada esta persona humilde, sencilla y fuerte al mismo tiempo. Fuerte de carácter y temperamento. Tenía que ser así, para poder vivir casi 100 años de vida. En mis oídos suena todavía el sonido de cristal que el P. Bernardo le proporcionaba al final de las comidas para que le tocara y levantaba la mesa para la oración de agradecimiento por los alimentos recibidos.
También me acuerdo de sus palabras durante las últimas visitas: “Que mi amado Dios ya me lleve a su casa”. Ya estaba preparada para partir a su casa. Y su oración fue escuchada. Se que mucho rezaba por las necesidades de la Iglesia, por las intenciones de la comunidad religiosa, por sus hermanas y hermanos religiosos, por todo el pueblo Guarayo. Y lo hacia con la oración del Santo Rosario ante una imagen de la Virgen María alumbrada con un foquito de luz por adentro.
Una vez más bendigamos al Señor, porque en ella, nuestra M. Dorotea se ha revelado la fidelidad y el amor de Dios para con su pueblo. Y pidamos que el Señor, al que tan fielmente servia, se apiade de sus debilidades y la admita al coro celestial para contemplarlo y participar en el gozo de los redimidos por toda la eternidad.
Agradezco a las Hermanas Franciscanas Terciarias por los lazos de amor y fraternidad para con nuestra Hna. Dorotea. Al P. Bernardo por su cercanía y cariño que la tenía siempre. A las señoras enfermeras y a todo el pueblo por sus oraciones y la Santa Comunión ofrecida por ella. Que el Señor le conceda la Vida Eterna.
Con mi saludo fraterno: Mons. Antonio Bonifacio Reimann. OFM