El Cuerpo de Cristo

Habíamos llegado al tercer altar, situado al borde de la carretera. Estaba realmente bonito, tenía forma de pahuichi, una casa sin puertas ni ventanas y en medio de ella, ocupando todo el espacio: un gran copón, mostrando la sagrada forma. Era la decoración del dosel que iba a servir para proteger y dar realce a la custodia. El Corpus Christi es la fiesta de Vida, la fiesta de la gratuidad, del derroche de un Dios tan humano que se hace comida y tan divino que se entrega en una apariencia sencilla y cotidiana para que podamos participar de su Amor, ser en Él una sola carne: “El que come mi carne y bebe mi sangre vive en Mí y yo en él” Jn.6,56.

En torno a este Pan estaba la mayoría del pueblo, cantando, orando, acompañando o dejándose acompañar por Él, experimentando su bendición repetida y extensa, como el pan multiplicado. Y en el tercer altar, cuando en silencio escuchábamos su Palabra, se oyó el ruido de un motor. Era el micro, haciendo su recorrido cotidiano, cargado, sobrecargado en el soporte superior… seguramente en su interior iban los venteros: mañana San Julián está de fiesta. El contraste y la similitud ponía en el corazón ecos de Historia y de Salvación: pueblo, cantos, caminos, carga, pan de Vida, silencio, ruido, belleza y monotonía… Dios-con-nosotros y para nosotros: partido -roto- y repartido, ¡eucaristía, milagro de Amor; eucaristía, presencia del Señor!

Hna. Blanca Sanz STJ